Resulta poco novedoso, pero es importante recalcarlo, las mujeres indígenas sufren cuatro discriminaciones: por ser mujeres, en lo laboral, por ser pobres y por ser indias.
Las tres últimas se manifiestan en los ámbitos regionales y nacionales, la última, además, se manifiesta al interior de su sociedad. No existe un concepto de mujer indígena, son tantas como Pueblos Indios hay, sin embargo, otorgan una jerarquía mayor a lo masculino y circunscriben el ámbito de acción de lo femenino a la dimensión mítico-ritual de reproducción de la vida y al espacio doméstico.
Esta mayor jerarquía de lo masculino se traduce en una posición privilegiada que permite a los varones decidir el rumbo de sus vidas y satisfacer prioritariamente sus necesidades esenciales. En varias culturas indígenas, el destino principal de las mujeres es estar junto a sus hombres, cuidar de sus familias y apoyar para la satisfacción de las necesidades básicas de su comunidad
Las mujeres indígenas, como los demás integrantes de sus comunidades, pasan por determinadas etapas y ceremonias cíclicas durante el transcurso de sus vidas. Las prescripciones, normas y expectativas de comportamiento que se espera que cubran por su sola pertenencia a la comunidad, se inician desde su nacimiento, cuando se les atribuye un estereotipo de género al que tendrán que amoldarse en las diferentes etapas de su vida. Así cuando son niñas se les educa para aprender las labores domésticas, la subordinación a los varones, la sumisión en cuanto al cumplimiento de instrucciones y, en general, un conjunto de actitudes de obediencia hacia los demás. En la pubertad se anuncia que ya están aptas para procrear y por tanto para el matrimonio, etapa en la que adquieren las responsabilidades para las que fueron preparadas. En su vejez adquieren el derecho a mandar, sobre todo a las mujeres más jóvenes. Al morir, pasan a formar parte del panteón de antepasados míticos del grupo
Con frecuencia se escucha que en las comunidades indígenas persisten tradiciones y costumbres que pueden resultar lesivas para las mujeres; por ejemplo, las costumbres asociadas al matrimonio o a la formación de la pareja. Según algunas de estas tradiciones el matrimonio es un asunto que compete principalmente a los padres y a los parientes de los posibles contrayentes, quienes deciden si se efectuará o no la unión y los términos de la misma. Éstos generalmente implican la entrega de dinero o bienes de diferente valor a la familia de la novia, muchas veces sin tomar en consideración la opinión de la elegida. Hay que considerar también, que con frecuencia individuos de la sociedad occidental cometen abusos aprovechando los Usos y Costumbres, por ejemplo el comprar jóvenes indígenas para el trabajo doméstico o para la prostitución.
Laboralmente se les discrimina porque cuando se contratan como peones, ya sea en su propia tierra o en otros estados, se les paga un salario menor que el del hombre, así sucede en las plantaciones de San Quintín, Baja California, las de Sinaloa, en las fincas cafetaleras de Chiapas y en las zonas cañeras del Sur Veracruz.
También sufren la discriminación de la pobreza que les impide acceder, de manera digna, a los servicios elementales de salud, nutrición, educación, etc., llegando a carecer hasta de los servicios de seguridad y procuración de justicia. Es bien sabido que los narcotraficantes obligan, por la compra o la amenaza, a los indígenas a sembrar y transportar enervantes y no existe cuerpo de seguridad que los defienda de estas agresiones. Cuando un indígena llega a la ciudad, desde la estación de camiones hay grupos prestos a asaltarlo y robarle las pocas pertenencias y dinero que traen, cuando tratan de levantar una queja se encuentra con las barreras del idioma y la discriminación. Lo mismo sucede cuando, también con frecuencia, se solicita a mujeres que viajan en autobuses foráneos que lleven “encargos” que resultan ser droga, la mayor parte de las mujeres indígenas encarceladas por delitos contra la salud, como se observa en el siguiente cuadro, se encuentran privadas de su libertad por esta razón.
Otra de las discriminaciones más frecuentes es la de pertenecer a un grupo étnico diferente, la competencia entre el “nosotros” y el “ellos” provoca exclusión de derechos. Esta intolerancia imposibilita la convivencia armónica entre grupos y personas que tienen diferentes estilos de vida, costumbres y tradiciones.
Finalmente, el ser mujer, en un mundo gobernado e inventado por los hombres acarrea problemas que pueden llegar a ser tan serios como el denominado “venta de mujeres” o los matrimonios obligados. Un ejemplo interesante se presentó en la reciente reunión del Congreso Nacional Indígena en Nurío, Michoacán, el tema de discusión era sobre Los Acuerdos de San Andrés y la propuesta de Ley Indígena de la COCOPA. Aquí, las mujeres indígenas ahí presentes solicitaron contar con una mesa de discusión sólo para mujeres, porque en las mesas mixtas los hombres las cohíben, no les permiten hablar libremente.
Natalia Soto
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